Comentario
Más que un estilo inspirado por artistas fue una moda impuesta por la casa imperial y adoptada fuera de la Urbs por círculos muy adictos a la corte como eran los financieros de Pompeya. Hace su aparición en Roma, en la cuadrilla de decoradores que hacia el año 20 a. C. emprende el arreglo de una villa del Trastévere cuyos restos, admirablemente conservados, se recuperaron bajo el palacio de La Farnesina (hoy en el Museo de las Termas). Pudo haber sido aquella la casa de dos recién casados, Agripa y la hija de Augusto, Julia, que habían de dar al emperador sus cinco nietos.
Allí se impuso el cambio de la apertura de los horizontes y panoramas arquitectónicos del segundo estilo, a una pared cerrada, a excepción de un cuadro central en su parte media, enmarcado en un dosel liviano, y acompañado de cuadritos que parecen colgados de la pared, a su lado o en el tercio superior, cerrando la apertura que solía haber en el segundo estilo. Las cornisas se pueblan de objetos de arte industrial, estatuillas, vasos reales o de formas caprichosas, trébedes, etc. Las novedades culminan en el oecus negro de esta casa, una pared que parece de laca, con paisajes miniaturísticos de elementos que se recortan en el fondo sin pretender dar una impresión de unidad ni de espacialidad.
Las figuras de los cuadros pictóricos tienen, como los dibujos que alternan con ellos, sus perfiles recortados y claros. Lo lineal priva sobre lo pictórico. La hermosa ejecución de los contornos es un factor de peso para satisfacer al espectador. Las figuras resaltan como estampadas sobre el fondo plano, simple soporte para ellas. La luz y la sombra están al servicio del modelado de las figuras, sin desempeñar función alguna por sí mismas. Es manifiesto en todas partes el esfuerzo de representar las cosas objetivamente, como ellas son en la realidad, no como el ojo las percibe.
La profundidad del cuadro está estratificada, aunque una pared a cada lado retroceda oblicuamente. Las figuras se encuentran en un plano, la pared del fondo en otro. Entre aquél y éste, un altar, una columna, una pared blanquecina en perspectiva. Las figuras están claramente yuxtapuestas sin que algunas superposiciones alteren el efecto.
Uno de los maestros principales de La Farnesina se trasladó más tarde al golfo de Nápoles para hacerle a Agripa Póstumo, en la ladera del Vesubio, la decoración de la villa de Boscotrecase. Allí llevó lo inventado en Roma a sus consecuencias últimas, tratando a la pared como superficie cerrada en la que sólo el cuadro central sobrevive, aunque no como en un nicho o en una transparencia. La arquitectura queda reducida a columnitas y tirantes decorativos, sin otra función que la de parcelar delicadamente los paneles monócromos de brillante escarlata o de reluciente negro.
Las guirnaldas y figurillas se achican y adelgazan hasta extremos inverosímiles. Una esfinge u otro motivo egipcio forma parte de la decoración en boga sin que justifique su introducción desde fuera de Italia misma.